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El fantasma acecha

Del Escritorio de Carmen Imbert Brugal

Hoy es día para evocar la proeza de aquellos que intentaron enfrentar un régimen que, durante 19 años, había demostrado su esencia oprobiosa. El hidroavión Catalina, cargado de armas e ilusión desembarcó el 19 de junio de 1949 en Bahía de Gracia- Luperón-.


A pesar del fracaso, la temeraria misión colocó en un lugar señero de la historia al grupo comandado por Horacio Julio Ornes Coiscou. La travesía de la esperanza comenzó en el Lago Izabal -Guatemala-. La llegada auguraba éxito, los expedicionarios miraban a los lugareños agolpados en la playa, parecían entusiasmados con el desembarco. Cuando escucharon un ¡Viva Trujillo! como bienvenida comprobaron que estaban equivocados.


Cuenta Tulio H Arvelo en sus memorias que Gugú Henríquez reaccionó: “Esta es una invasión. ¡Abajo Trujillo! ¡Viva Horacio Vásquez!” Y a partir de ese momento los errores se multiplicaron para preparar el fatal desenlace. Exterminio, prisión y exilio fue la respuesta. Diez años después, el 14 de junio marcaría otro hito. El fracaso asomó otra vez, empero, el ocaso de la tiranía era previsible. La represión contra los sediciosos tuvo proporciones inéditas, tanto, que provocó la reacción de la jerarquía católica, callada durante 30 años.


El antitrujillismo ideológico tenía que desaparecer. El asesinato de las Hermanas Mirabal Reyes rebosó la copa del horror. Entonces comenzó la fragua del magnicidio. Después del 30 de mayo del 1961 la violencia sin “el jefe” fue demencial. Y comenzó otra historia, con sus fugas y robos, con huérfanos, viudas y sobrevivientes, con aquel sorprendente discurso de Balaguer denunciado el terror de “la era” ante la Asamblea de NNUU.


El erario permitió que el luto fuera más llevadero. La burocracia sirvió para acunar cobardías. Sin cuentas claras y con muchos cuentos se acotejaba el heroísmo. No hubo medallitas ni condecoraciones, pero si empleos públicos para el linaje glorioso.


El antitrujillismo jamás aunó fuerzas para persistir con la persecución y obtener sentencias. Colindancias, compadrazgos, manipulación de los hechos, azuzaron las divisiones. Primaron los rencores y el regateo de gloria. Ni los miembros del Consejo de Estado, ni la Junta Cívico Militar, ni el gobierno presidido por Juan Bosch, ni el Triunvirato, ni el Gobierno Constitucionalista, ni el de Reconstrucción Nacional, quisieron reclamar a la tiranía sus atropellos, menos modificar la práctica autoritaria inserta en la república desde su fundación.


Después del exterminio del antitrujillismo ideológico no hubo antitrujiilismo coherente, decidido a transformar la sociedad dominicana. La progenie de una de las emblemáticas familias heroicas ha desempeñado funciones públicas notables pero los reclamos a la satrapía nunca estuvieron en agenda.


Para calmar remordimientos existe la fábula del trujillista bueno y el malo, el calié solidario y el sanguinario. Aquí no hubo proyecto válido para confrontar los secuaces del despotismo. Con o sin ley 5880, descendientes y colaterales del sátrapa siempre han estado aquí. Invierten, participan en campañas electorales, opinan. La prole adulterina exhibe orgullosa su bastardía. La tercera generación encontró en la isla, cariño, trabajo y ahora sueña con el mando. Queda recordar la hazaña del 19 de junio y repetir aquello de Nunca Más.

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